(DE BEATRIZ LILIANA ESLIMÁN)
Estaba despidiéndose el verano, pero eso no importaba. Ella Compró el pasaje en avión con destino a Lisboa. Sabía que aún estaba a tiempo de vivir y de sentir la juventud, que otrora jugaba con el mundo a su favor.Llegó a Portugal con apenas una pequeña maleta, no necesitaba nada más, pues lo que en su búsqueda iba, no cabía en ninguna, solo en su corazón. Los vaivenes de la vida, habían hecho algún estrago, pero como relámpago renacía una y otra vez... a tropiezos y vuelto a levantarse con gran orgullo. Su estima y amor eran una fuente de sensaciones para llegar a Portugal, y las razones por la que quería sentir esta experiencia nunca antes vivida.
No deseaba permanecer en esta ciudad más que el tiempo suficiente de comprar el boleto de tren hasta la región del Algarve y una vez obtenido se quedo sentada esperando la salida e imaginado a tientas todo lo que le esperaba además del hermoso sol que siempre brilla en esa zona y sus finas arenas.
Era horario de partir, ascendió al tren con la prisa de un niño que llega tarde a su escuela, pero con la diferencia que no recibiría reto alguno si se retrasaba, quizá solo ella se retaría a sí misma porque las horas eran infinitas hasta llegar a destino tan ansiado. Sentada del lado de la ventanilla pudo observar, los pequeños pueblos, algunos con resabios medievales, y la ruina de algún castillo que en épocas ancestrales fue refugio de algún noble señor.
Miró su reloj minutos faltaban para llegar a esta provincia, ya se avistaban pueblos de pescadores .El amanecer hacía más bello la magnificencia del paisaje costero. Inmensos peñascos y rocas hacían de Algarve, la ciudad soñada para este encuentro. dejó salir su hermoso rostro por la ventanilla del tren, quería respirar el aire del mar que todo lo bañaba, llenarse de fuerzas para que el cansancio del viaje no haga mella a su sonrisa en el momento esperado.
Al fin llego, descendió del tren con el miedo lógico que da una tierra desconocida, pero posó tan firmes sus pies, que ni un maremoto la hubiera movido un milímetro del camino que la llevaría a lo esperado por mucho tiempo. Para su asombro, a simple vista nadie le esperaba, solamente el sol que ahora estaba en todo su esplendor. Giró su cabeza a ambos lados, y nada.... miró al cielo como señal de ayuda divina y al bajar su vista, él estaba allí, caminando de prisa hacia a ella , cumpliendo su palabra que en promesa le había susurrado alguna vez... sus pasos eran rápidos y en su rostro se dibujaban miles de sonrisas. El abrazo fue instantáneo, natural como si hubiera sido dado a lo largo de sus vidas.
Él no podía despegar su mirada de los ojos de ella, y ese gesto la ruborizó hasta que estalló en otra sonrisa cómplice plena de amor y alegría.Subió la maleta al auto, y sin preguntarle siquiera, la llevó al lugar que infinitas noches y días ella soñaba que iría...los peñascos dorados, casi anaranjados por el reflejo del astro sol y un mar calmo estaban frente a ellos, pero ya la soledad no existía, la que cada uno traía se disipó con mágica energía. Bajaron del auto, ella se descalzó y él la imitó en el gesto, y no pudo evitar tomar su manos, y así apretadas en señal de aceptación y amor; los arenales del Algarve fueron los únicos testigos de estas dos almas que siempre se soñaron, sus figuras se iban alejando, se desdibujaban en el horizonte costero y escarpado, pero ya no importaba el tiempo ni la distancia, solo los instantes por venir....
©copyrigth 2010. de Beatriz Liliana Esliman.( derechos reservados del autor)
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