domingo, 14 de agosto de 2011

"PARANOIA"

(CUENTO DE BEATRIZ LILIANA ESLIMÁN)

Corría, con la sensación de libertad que solo el viento, podía otorgarme, tal caricia recibida del cielo. El bosque, a mis pies, como alfombra verde y colorida inundada de flores, soportando mi cuerpo que huidizo, esquivaba árboles silvestres, como en un juego laberíntico.
Mi prisa fue detenida por la aparición de un pequeño ciervo herido, que desparramado en el suelo, clamaba por auxilio en la soledad de la naturaleza que lo rodeaba todo…y no dudé en arrodillarme junto al bello animal, que sufriente, expiraba su último aliento. Luego, quieta como un tronco más de aquel espesor de árboles, estaba expectante de que apareciera la fiera que le había atacado. Mi corazón comenzó a latir velozmente. Sentía que me acechaba la misma suerte del inerte animal.
El cielo iba transformándose como un mapa de estrellas, que se reflejaban en mi vestido blanco y amplio, que me permitía un andar ligero y salvaje. Escuché el crepitar de pasos leves, esquivos, casi felinos y no pude contener el temor que corría por mi cuerpo, sin dejar un milímetro de la epidermis, sin sentirlo. Me cobijé detrás del grueso tronco de un árbol, con la ingenuidad de que esto me salvaría de un ataque artero y rápido.
Mis manos transpiraban, y la humedad de ellas fueron advertidas por mi rostro, cuando cerré mis ojos, para asegurarme que no quería verme atacada, entonces posé las mismas en señal de protección desesperada.
Quedé inmóvil largas horas, el sol asomaba con sus primeros rayos del alba…y desperté…mi cama estaba suave, el reloj me anunciaba que ya era hora de levantarme, para comenzar otro día , me dí el baño matinal, dejando correr el agua tibia sobre mi piel, que en la noche había transpirado, por aquel sueño, que no recuerdo… como sucede con todos los sueños, y al asomarme a la ventana, allí estaba aquél hombre que la noche anterior me siguió, a pasos apurados, hasta casa.
Ese día no salí, el miedo se apoderó de mí como en un sueño, solo que esta vez,  algo sentía  que me esperaba como una daga, o como las garras de una fiera. Golpearon a la puerta del cuarto, y mi madre, parada junto al médico me anunciaba que debía ser internada. Yo no quería abandonar mi territorio, la habitación era un fuerte inexpugnable; hasta que ellos llegaron y me llevaron atada, porque mi resistencia aún era fuerte, poderosa como una fiera que es acechada …

©copyrigth 2011. de Beatriz Liliana Esliman.(derechos reservados del autor)

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