Me acostumbré a no esperar nada, ni a sentir el hielo que formó mi corazón.
De niña me dijeron que mirara al cielo y encontraría una estrella fugaz.
Nada imploro, ni los besos ignorados, que deseados jamás me dieron la razón.
No hubo pena que impune no quedara, ni sonrisa que se oyera audaz.
Me acostumbré a no esperar nada, ni tu mano suave bajo la mesa
acariciando mis piernas imperfectas que morían por tu viejo amor.
Cuando cerré el puño, me enredé en tu cruel mentira espesa.
Jamás ha vuelto a doler porque aunque suene extraño, ya no hay dolor...
©copyrigth 2011. de Beatriz Liliana Esliman.(derechos reservados del autor)
Nada imploro, ni los besos ignorados, que deseados jamás me dieron la razón.
No hubo pena que impune no quedara, ni sonrisa que se oyera audaz.
Me acostumbré a no esperar nada, ni tu mano suave bajo la mesa
acariciando mis piernas imperfectas que morían por tu viejo amor.
Cuando cerré el puño, me enredé en tu cruel mentira espesa.
Jamás ha vuelto a doler porque aunque suene extraño, ya no hay dolor...
©copyrigth 2011. de Beatriz Liliana Esliman.(derechos reservados del autor)
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