( DE BEATRIZ LILIANA ESLIMÁN)
La latitud en que se encuentra el olvido, a veces es difícil de ubicar, aún con la ayuda de una brújula que señala el Norte perfecto. La desorientación es el producto de todos los desencuentros afectivos y verbales que llevan a una inxorable pérdida del rumbo. Sin que medie animosidad ni malicia en el hecho consumado.
La horfandad se apodera del corazón sin dejar un señuelo que permita buscar el camino hasta llegar al cielo que espera en soledad; y el arrepentimiento no tiene cabida en el umbral de la exploración hasta encontrar el blanco que atesore los amores y rencores consumados.
Sigilosa la paciencia incipiente se va convirtiendo en la fuerza que atesora el desaliento para delimitarlo; y no deja que erosione a la esperanza que aún permanece en movimiento como única señal de vida. Se sonroja la vergüenza a manera de vestido, e impulsa a la audacia sin límites, que espíritu y cuerpo solicitan desesperadamente.
Atrás queda la inquina de la amarga soledad, pues todo se ha cubierto de presencia y valentía. No me pierdo en afectos vanos, ni me pierden las inequidades padecidas. Doy vuelta la hoja y el libro de la vida me depara otra sorpresa para degustar. Otro Norte me espera, no me desorienta el miedo, ni la miserable forma de recordarme. El humano egoísmo no logra arroparme, por el contrario, soy benefactora del buen amor.
©copyrigth 2011. de Beatriz Liliana Esliman.(derechos reservados del autor)
La horfandad se apodera del corazón sin dejar un señuelo que permita buscar el camino hasta llegar al cielo que espera en soledad; y el arrepentimiento no tiene cabida en el umbral de la exploración hasta encontrar el blanco que atesore los amores y rencores consumados.
Sigilosa la paciencia incipiente se va convirtiendo en la fuerza que atesora el desaliento para delimitarlo; y no deja que erosione a la esperanza que aún permanece en movimiento como única señal de vida. Se sonroja la vergüenza a manera de vestido, e impulsa a la audacia sin límites, que espíritu y cuerpo solicitan desesperadamente.
Atrás queda la inquina de la amarga soledad, pues todo se ha cubierto de presencia y valentía. No me pierdo en afectos vanos, ni me pierden las inequidades padecidas. Doy vuelta la hoja y el libro de la vida me depara otra sorpresa para degustar. Otro Norte me espera, no me desorienta el miedo, ni la miserable forma de recordarme. El humano egoísmo no logra arroparme, por el contrario, soy benefactora del buen amor.
©copyrigth 2011. de Beatriz Liliana Esliman.(derechos reservados del autor)
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